
Cuando Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy comenzó a trabajar en Radical Sonora, su primer disco como solista, sintió que era el momento de explorar. Siguió haciendo rock, pero también jugó con los sintetizadores y hasta coqueteó con el trip hop. Entonces, su carta de presentación fue “Alicia (Expulsada al País de las Maravillas)”, una preciosa balada rock, hecha a su manera, que podría servir como síntesis de aquella etapa.
Bunbury venía de una ruptura con Héroes del Silencio que ahora define como “traumática”, donde las razones podrían encontrarse en un famoso podcast en el que explicó que la última gira de su anterior banda la tuvieron que hacer sin mánager, lo que habría hecho que todos tuvieran que resolver problemas adicionales y se desgastaran en el proceso. Es decir, Enrique, el “chaval” que se había destacado por ingeniosas letras y una voz que a ratos se siente más bien como una pulsión del alma, ya estaba listo para seguir siendo él, pero ahora en su máxima expresión.
Así le llegó la bohemia, que ahora nos compete para hablar de la actualidad de su proyecto sonoro. Para su segundo disco exploró la balada setentera y ochentera (en Colombia a veces llamada, tanto afectuosa como desafectuosaente ‘música de plancha’), el bolero y el tango, sin que hasta el día de hoy tenga del todo claro cómo pudo dar ese salto sonoro entre ambos trabajos, sin haber sentido en ningún momento que hacerlo representaría algún tipo de riesgo.
“Me parecía que la latinidad y la hispanidad eran como un lugar obvio al que podía acudir”, atina a responder, pero dejando claro que ese tipo de cuestiones aún no las tiene claras.

Es que el mayor reto de entrevistar a Bunbury está precisamente allí, en la labor de encontrarse con un artista que tiene más preguntas que respuestas y que no teme evidenciarlo. Hace tres años advirtió un posible retiro, no por hartazgo de su profesión, sino porque en ese momento creyó que no podría volver a cantar y, entonces, la solución fue, precisamente, hacerse preguntas.
Qué se perdería si se retiraba de los escenarios fue la primera y al entender que lo que más le preocupaba era perder la forma tan directa de conectar con sus seguidores, que suele ser propia de un concierto, decidió abrir un buzón de correo para recibir sus cartas, para responderlas. Es cierto, este ejercicio lo ponía nuevamente en la tarea de responder, pero también en la de preguntarse, porque las misivas no solo hablaban de la música que ha grabado en sus discos.
El sábado 26 de abril presentará La Carta (Liburuak Libros) en la Feria del Libro de Bogotá, su nueva obra, pero en este caso literaria, que nació de ese intercambio con los fanáticos. Un día después de haber presentado Cuentas Pendientes, su nuevo disco de estudio grabado en un parque natural en las afueras de Ciudad de México llamado Desierto de los Leones. Para la presentación, que está programada para las cinco de la tarde, Bunbury estará acompañado por el periodista y locutor Jaime Andrés Monsalve, Jefe Musical de Radio Nacional y autor del libro En Surcos de Colores, en el que el autor colombiano interpreta, o por lo menos intenta interpretar, la historia musical de nuestro país.
Hace pocas horas lanzaste tu nuevo álbum Cuentas Pendientes y luego de una rápida escucha se siente un poco emparentado con Licenciado Cantinas, pero con temas propios y no con versiones. ¿Podríamos pensarlo así?
Obviamente este disco tiene una conexión con Licenciado Cantinas y también con el trío de discos que grabé con el Huracán Ambulante (la banda soporte que comenzó a acompañarlo en el álbum Flamingos y ha vuelto a integrarse para la próxima gira), pero allí solo había pinceladas de música latina, no eran discos propiamente de este estilo. Yo quería tener el sonido de una banda de rock y en Licenciado Cantinas se hacen una serie de versiones, pero también desde la perspectiva de una banda de rock.
En este disco no existe esa banda, hemos juntado una base de músicos de sesión que provienen del folclor y lo que hemos intentado es hacer un disco como más cercano a la raíz, buscando más la tradición de la música hispana y latina.
Yo soy un músico de rock, entonces soy como una especie de visitante, pero creo que lo he realizado con el máximo de los respetos e intentando profundizar al máximo en cada uno de los géneros.
¿Cómo nace un concepto como este? Porque si bien no sorprende que explores este tipo de sonidos, si nos queda la pregunta sobre por qué este era el momento preciso para revisitarlos.
A mí, las preguntas que siempre empiezan con por qué me resultan más complicadas de responder. En realidad, los razonamientos, las explicaciones vienen normalmente después y los pasos se van dando, o por lo menos yo los doy, guiándome un poco por la intuición. Hay algunas canciones que ya las estaba componiendo desde que preparaba el disco anterior Greta Garbo y, obviamente, no cabían en ese disco, porque no pertenecían al mismo mundo.
¿Puedes mencionar alguna?
“Para Llegar Hasta Aquí”. Recuerdo claramente que esa estaba entre las demos de Greta Garbo… Entonces cuando lo terminé, vi que había un paquete de, no recuerdo cuantas, a lo mejor tres canciones que miraban más hacia la tradición y la raíz, y me propuse más firmemente hacer un disco que en vez de mirar hacia el momento o al futuro, que intentara mirar hacia lo más atrás posible, hacia la música que nos une a los españoles y los latinoamericanos.
¡Qué titulazo que es, al menos desde el punto de vista semántico, “Las Chingadas Ganas de Llorar“! Me gustaría saber de dónde sale, porque no te imagino en un momento de llanto en tu vida…
Es una canción de amor y es una canción de amor conyugal, en el que se reivindican el compromiso y la responsabilidad.
¿De manera ficcional? ¿Quizás haciendo referencia a muchas letras de canciones mexicanas?
No, hay otras canciones que son ficción, pero esta canción no (risas). Pero bueno, me gusta que la barrera entre lo ficticio y lo biográfico de alguna forma se entremezcle, que no sea necesario que en una canción se sepa cuál es el origen de ella.
¿De donde te viene esa fascinación por la música latinoamericana y en qué momento te preguntaste si era apropiada o no para tu proyecto musical? Pienso, por ejemplo, que en algún momento de tu vida saliste de hacer un debut superexperimental y pasaste a hacer un disco permeado de estos sonidos…
No lo sé. Yo creo que tiene que ver con la salida de Héroes, que fue muy traumática, que a la vez me otorgó la posibilidad de abrir el espectro musical a donde quisiera y creo que eso provocó el decir: “bueno, sí algo tiene de positivo una carrera solista, es que vas más ligero de equipaje, los movimientos son ágiles y no dependes del consenso”.
Y desde el principio de mi carrera solista, yo tomé la determinación de que mis discos no serían iguales a lo que había hecho con Héroes y, luego, tampoco iguales entre sí, que con ellos pudiera irme por aquí o por allí. Investigar hacia adelante, investigar hacia atrás, esos han sido siempre mis propósitos como artista.
Me parecía que la latinidad y la hispanidad eran como un lugar obvio al que podía acudir, si estoy cantando en español, debo investigar en toda la música que nos hermana.
Hace poco creímos, contigo incluido, que estabas a punto de dejar los escenarios por tus problemas de voz. Y en medio de todo eso nace La Carta, el libro que presentarás este fin de semana en la Feria del Libro de Bogotá, que nace de un intercambio de correspondencia con tus fans. ¿Qué tanto se puede hablar de esa obra como una suerte de proceso de sanación?
Totalmente. De hecho es una respuesta al momento cuando pensaba que no me podía subir a un escenario y pensaba en qué era lo que perdía, una de las cosas que me parecían obvias era la conexión con el público. Esos momentos de hermanamiento y comunión en un escenario, que eran momentos de encuentro con la gente que me sigue. Pensé que una forma de mantener esa relación era acercarla todavía más. Abrir un buzón de correspondencia en el que yo recibiera sus cartas, las leyera personalmente y les contestara ahí, directamente a sus buzones de correo y eso es lo que aparece en el libro.
Empezamos a hablar de música, de mis discos, pero acabamos hablando de cualquier tema por muy arbitrario que pareciera, de tecnología, espiritualidad, de nutrición o de cualquier cosa. Creo que esas conversaciones fueron muy enriquecedoras. Corté la correspondencia volando de Los Ángeles a Buenos Aires, donde fue el primer show, cuando volví a empezar a girar.
Hablemos del Huracán Ambulante, no tanto de por qué se volvieron a reunir, sino de cómo pasó.
Se me ocurre que tal vez cuando estábamos preparando la caja del 20 aniversario de El Viaje a Ninguna Parte, que salió el año pasado, una caja conmemorativa, con vinilos, muy bonita, y pensé que a lo mejor podríamos hacer algún concierto por este aniversario.
Empecé a llamarles, a intentar reunir a la banda, lo que ha tenido sus complejidades, y yo ya estaba metido en la grabación del disco, preparando el lanzamiento. De tal manera que se juntaron las cosas, por un lado querer hacer esa gira conmemorativa y por el otro lado la presentación de este álbum.
En lo personal, en este momento de la vida me pasa que siento que algunas decisiones no me corresponden a mi, sino a otras personas o el universo. Al hablar contigo se siente como si tuvieras una filosofía parecida y prefirieras dejar que las cosas simplemente ocurran.
Cien por cien, soy una persona que se guía mucho por la intuición y está muy atento a las señales. En un momento dado, una persona o algo que ocurre puede intentar transmitirme algo que puede ayudarme a determinar qué decisión tomar y me guío por esas pequeñas locuras.

¿Siempre has sido así o te volviste así con la experiencia?
He intentado ser así y cada vez lo soy más, yo estuve en una época en la que… Creo que cuando eres más joven atiendes más a lo que te dicen los demás y haces más caso. No es que ahora no atienda, pero lo que me dicen lo escucho con la atención puesta en qué es lo que me dice la intuición, de lo que me está diciendo esta persona.
Te has convertido en un vendedor de entradas impresionante y en tu anterior gira Bogotá fue el primer lugar donde hiciste sold out. Entiendo que nuevamente te pongo en ese ejercicio complicado de la reflexión, pero es chevere ver cómo analizas lo que provocan tus canciones, particularmente, en nuestro país…
Me maravilla la respuesta del público colombiano, cómo me está tratando. Me ha tratado históricamente muy bien, pero todo indicaría que el tiempo iría diluyendo, poco a poco, mi carrera y mi persona. Que el público se abriría a nuevas opciones, como es lo lógico. Sin embargo, en mi caso, la relación con Colombia ha ido para arriba y no puedo estar más que inmensamente agradecido.
Tu voz despierta amores y odios, y ojo que lo digo como fan, como alguien que a los quince años por ese motivo conectó con canciones como “La Sirena Varada” o “Sangre Hirviendo”, que se sentían con fuego, como si las palabras te brotaran del fondo del alma. ¿Cómo fue ese momento en que no tuviste miedo de asumir ese estilo y entendiste que tenías que cantar de esa manera?
Es que en realidad yo no sé cantar de otra manera. Creo que hay gente que me he encontrado en la vida, que también he visto en estos programas de concursos en televisión, que tienen la facilidad de imitar a otras personas. Yo soy pésimo, yo solo sé cantar como yo mismo, no te puedo hacer una imitación de Mick Jagger, Sting o de Shakira. Yo creo que de alguna forma eso me ha colocado en un lugar muy personal.
En esa misma línea tengo que preguntarte si hay posibilidades de soñar con una nueva reunión o si ya sientes que eso es cosa del pasado.
Lo que yo siento es que los sueños ajenos no son cosa mía, entonces, yo te voy a permitir soñar lo que quieras. Lo que pase en el futuro, yo no lo sé leer.
