Su bar es uno de los principales espacios de encuentro para los boricuas en Nueva York. Además de Bad Bunny, por allí han pasado Maluma, Rauw Alejandro y hasta Madonna.
La vida es una tómbola, es un juego”, me responde María Antonia Cay cuando le pregunto sobre sus raíces. Y no es para menos, con casi 85 años (que cumplirá en mayo), Toñita, como es bien conocida en la comunidad latina de New York, está al frente de su propio negocio. Lo abre a eso de las tres de la tarde, de jueves a domingo, y a veces los otros días en semana: “cuando me quiero divertir”, dice. Entonces se queda hasta el cierre, que suele hacer a las 2 o 3 de la madrugada.
Uno podría pensar que a esa edad cualquiera estaría más que retirado y disfrutando de la paz de su casa en una ciudad cosmopolita que jamás duerme ni descansa, pero no, ella no.
Todo lo contrario, está más activa y por esa energía que recibe de decenas de personas, muchos jóvenes, los días que trabaja es que se mantiene de esta manera: “porque la gente es la que te ayuda a vivir la vida”, puntualiza. Luego de haberme pedido que le acercara un pequeño libro de Marcial Lafuente con una letra diminuta que inclusive a algunos veinteañeros les costaría ver.
Lo anterior solo para decirme (o chicanearme) que aún siendo octogenaria no usa gafas para leer sus libros favoritos de historias del Viejo Oeste, como Huida por pánico, del cual me lee un párrafo sin detenerse en una sola palabra. De corrido, como si fuera aquella chica de 15 años que llegó a mediados de la década de los 50 a New York.
Al poco tiempo de haber dejado la Isla del Encanto, empezó a trabajar en una empresa que fabricaba vestidos. Siempre le ha gustado el dinero y aunque se volvió experta en el manejo de la aguja y el hilo, su corazón puertorriqueño estaba latiendo más fuerte que nunca. Por eso, a mediados de los 70 decidió abrir el Caribbean Social Club, que empezó como un club de béisbol. “Llegamos a ser ocho equipos. Íbamos y jugábamos en el parque, hasta que a mediados de los 90 nos prohibieron vender licor y no pudimos seguir haciendo las colectas, así que nos pasamos a lo que es hoy”.
Se llama Caribbean Social Club, popularmente es conocido como Toñita (o Toñita’s), porque justamente es la representación física de María Antonia. Está ubicado en Williamsburg y en los 70 era un barrio cuyas bases ya habían sido construidas por migrantes con una alta población puertorriqueña y dominicana, pero con la gentrificación a través de los años se ha ido convirtiendo en un sector bohemio, de artistas e importantes zonas rosas. Con alquileres que pueden llegar a ser hoy igual o más costosos que en algunos sectores de Manhattan.
De ahí otra de las particularidades de ese lugar que se aferra a quedarse detenido en el tiempo, como en la época de juventud de Willie Colón, de Hector Lavoe o de John Travolta. Un pequeño punto caribeño, en una ciudad que cada vez se urbaniza más y lucha por borrar las estelas de la gente que hecho de la también conocida como la Capital del Mundo lo que la identifica.
María Antonia es el alma y la matriarca del club. Cuando uno entra, además de la gran mesa de billar que está en la mitad, las paredes están decoradas con un sinnúmero de fotos y dibujos de ella que reflejan su paso por New York a través del tiempo. Algunas en plano medio con anillos enormes en sus dedos, que son su sello característico y que ella misma hace. Otras con sus equipos de béisbol por allá en los 70 y 80, algunas más con amigos y familiares… y, claro, muchas banderas de Puerto Rico.
En la entrada está también la comida que prepara y pone a disposición los días que abre su negocio. Todo el mundo puede servirse la cantidad que quiera de arroz con habichuelas, a veces con cerdo o con pollo. Allí el ingeniero o un abogado departe al lado de una persona de la calle que se está alimentando de un rico plato hecho por las manos de Toñita, mientras que alrededor de la mesa de billar hay decenas de almas, la gran mayoría migrantes, bailando o jugando cada uno con su universo y proyecto de vida. “Acá vienen de todas partes, mucha gente de Puerto Rico claramente y también muchos colombianos y venezolanos desde hace unos años”, me explica.
Todos compartiendo en un mismo espacio, como si fuera un hogar. Y por ser esta última palabra la que define este lugar, en boca de su matriarca, fue que un día llegó Bad Bunny.
Al artista puertorriqueño le hablaron de ella y de la labor que hace allí hace algunos años. Por eso, decidió llegarle de sorpresa en mayo del 2022. Meses atrás Madonna y Maluma lo habían separado para una sesión de fotos y una entrevista que luego tuvo un gran impacto mundial. Rauw Alejandro también lo visitó recientemente.
Bad Bunny hizo match con María Antonia al instante. Siguieron en comunicación y hasta le dedicó una estrofa en la canción “Nuevayol” (una de las 17 canciones que Bad Bunny metió, en la última semana y de un sólo trancazo, al Hot 100 de Billboard), de su nuevo álbum DEBí TíRAR MáS FOToS: “Un shot de cañita en casa de Toñita, ay PR se siente cerquita”.
No contento con eso, el domingo 12 de enero nuevamente estuvo en el Caribbean con su gente bailando, perreando duro y hasta abajo. La rumba fue enorme, porque si de fiesta hablamos, allí no es difícil tenerla, pues con rockola que cobra un dólar por cada canción, la cerveza a tres (es, quizás, el único lugar en la ciudad que tiene esos precios), más equipo a todo volumen… el party está más que garantizado.
Al día siguiente, el Conejo Malo se la llevó para el show de Jimmy Fallon, donde él era el invitado estelar, y la puso en primera fila. Son varios reconocimientos que a ella le han llegado luego de cinco décadas de haber empezado con un club que ahora es el hogar de muchos en una ciudad que día a día recibe más migrantes, muchos de ellos sin un rumbo claro aún, pero que allí encuentran un pedacito de ese hogar que tanto anhelan tener.
Nada más en el verano pasado celebró las bodas de oro del Caribbean cerrando la cuadra. Puso varias tarimas para que djs y artistas locales se presentaban, y hubo comida y bebida gratis para todo el mundo. La fiesta fue una de las mejores de la temporada en Brooklyn.
Un año de celebración, luego de un 2023 de una batalla legal por la permanencia del lugar, pues las autoridades se sorprendieron cuando se dieron cuenta que es Toñita la única que atiende su negocio. Y por poco se lo cierran. “Me dijeron que yo tengo que tener trabajadores por mi edad, pero los que están acá son voluntarios”, puntualiza sin sonrojarse.
El tema escaló hasta la corte, que le ordenó pegar en las paredes algunos avisos oficiales que un negocio como el Caribbean debe tener. Y ahí va, viviendo su día a día en el lugar que es quizás su gran amor y su legado del cual no prefiere hablar aún, pero que ya está escrito y cientos de personas le reconocen.
Un espacio que es ella en sí mismo y al que le tiene un amor tan grande como el que canta Odilio González, su bolerista preferido, en la canción El Porcentaje, su favorita: “prefiero hasta la muerte tener un porcentaje y no perderte”.
*Sebastián Díaz (Mr. Trouper) es un periodista colombiano y corresponsal de Billboard Colombia radicado en Nueva York. También es selector de vinilos y creador de contenido de música disco, pop y synthpop. Autor del libro ¿Cómo entrevistar al poder?