Entre sus reflexiones, el también multiinstrumentista compara 'DEBí TiRAR MáS FoTOS' con un clásico de Rubén Blades. “Me recuerda a lo que decíamos del álbum 'Siembra’”, explica.
De entrada dejo un par de cosas claras. Primero, no soy fan de Bad Bunny, particularmente por sus letras y su forma de cantar que a veces me recuerda a un merengue dominicano que grabaron en Nueva York en los noventas en el que el cantante era sordomudo… imagínense eso si pueden.
Segundo, musicalmente no tengo ningún problema con DEBí TiRAR MáS FoTOS. Todos estos son ejercicios de exploración que son normales en la evolución de cualquier género. De modo que hay gustos y no hay disgustos.
Si ha habido algunos fenómenos en la música latina que están cercanos a lo que llamamos salsa, que han sorprendido al mercado, entre esos “El Pito”, “Oye Cómo Va” y –el álbum– Siembra, indudablemente estos dejaron una huella en los mercados que influyeron.
Pero lo que ha sucedido con esta producción de Bad Bunny, aunque parezca un fenómeno similar, realmente es a otra escala completamente diferente. Con todo y el éxito del disco Siembra y el hito que marcó en su época, no se compara con el alcance de DEBí TiRAR MáS FoTOS. Obviamente que el mercadeo influye, pero siempre ha influido.
La enorme diferencia aquí es el alcance inmediato. Siembra se tardó casi 3 años en vender 1 millón de copias y ha vendido más de 3 millones en 45 años. Sólo en YouTube el álbum de Bad Bunny cuenta entre 7 y 18 millones de visualizaciones para cada uno de los 17 temas oficiales de la producción, en solo siete días. Es decir, un promedio de 200 millones globalmente. Solamente en las primeras 7 horas Spotify registró 37 millones de reproducciones. Hoy, una semana después, ya cuenta más de 500 millones.
Un alcance global a esta escala era impensable en los años 70s, 80s y 90s.
Para muchos la penetración de este producto, a esta escala, tiene unos efectos nefastos. Como, por ejemplo, la proliferación de las composiciones de mal gusto y la homogenización moral que resulta de la normalización del lenguaje que utiliza el artista.
Por otro lado, sí tiene unos aspectos positivos. Uno de los más evidentes es el posicionamiento de la música latina. En contraste con el fenómeno del tema “Despacito” (más de 14 billones de reproducciones), qué es un producto homogenizado para las masas del pop/rap/reggaetón, el álbum de Bad Bunny incluye de forma evidente (y fusionada) la música de géneros latinos/afro caribeños/afrocubanos. ¿Cuándo se ha visto en primer lugar y a nivel global una salsa o una plena? Y aunque es cierto que la salsa y la plena se relacionan directamente con Puerto Rico, este posicionamiento de una música autóctona y folclórica es de beneficio para toda Latinoamérica.
Los melómanos tradicionales que conocemos hoy ya están desapareciendo y están llegando al baile los nuevos melómanos que vienen con orejas entrenadas de otra forma y con otra música. Es una música que ha comprobado tener la capacidad de promocionarse y venderse a escala en el mundo interconectado en el que vivimos hoy.
Pero más allá de los números y las estadísticas sucede otro fenómeno generacional. He conversado con unos 15 a 20 millennials (generación que se encuentra entre las edades de 30 a 45 y que comparte un vocabulario y unas actitudes) de varias nacionalidades y muchos consideran que este álbum es una declaración de autonomía política y soberanía cultural. Lo que me recuerda a lo que decíamos del álbum Siembra.
Para los puertorriqueños es especial porque hace uso de una jerga nativa, que ademas le habla directamente al pensamiento nacionalista y sobre la circunstancia colonial en la que permanece Puerto Rico. Aquí cabe observar que el movimiento independentista en la isla siempre históricamente ha captado entre el 3 y el 6% del voto popular, hasta las más recientes elecciones en la que obtuvieron el 33% mientras los ganadores superaron con apenas el 39% del voto para la gobernación de la isla.
Musicalmente tiene un valor evolutivo, por la exploración que aborda con sonidos actuales, tecnología avanzada y la fusión de géneros tradicionales con las nuevas tendencias. Es interesante notar que, generalmente, son los artistas tradicionales quienes suelen incorporar elementos modernos en su música, pero en este caso ocurrió exactamente lo contrario.
Es muy fácil descartar la evolución y el cambio, pero definitivamente no es la mejor práctica para perpetuar nuestra música. Los cambios no siempre nos gustan pero son inevitablemente parte de la condición humana. Taparse los ojos para no ver pasar el mundo no detiene el pasar del tiempo. Podemos ayudar a darle forma al futuro de nuestra música o podemos insistir en una terquedad generacional que sólo sirve para demorar “un poquitito” la evolución.
*Israel Tanenbaum es un productor, pianista y arreglista puertorriqueño. Ha producido cientos de canciones y ha colaborado con artistas como Roberto Roena, Orquesta Guayacán, Alfredo De La Fe y Batacumbele, además de producir música para cine y sus composiciones de Latin Jazz. A través de su sello Latinbaum Records se dedica al desarrollo y la producción de nuevos talentos en Latinoamérica y Estados Unidos.