
*Por Elías Leight / Billboard
En 1997, David Bowie hizo algo inusual. En lugar de firmar un contrato de grabación estándar, entró en un acuerdo de licencia con EMI America. Según los términos del acuerdo, la discográfica tendría los derechos de más de dos docenas de álbumes del artista durante 15 años, pero después de ese período, esos derechos pasarían a Bowie. Durante gran parte de la historia de la industria musical, este tipo de arreglo era raro. “Yo estaba en EMI, la disquera de Bowie, en ese entonces”, recuerda Tim Mandelbaum, un abogado de entretenimiento. “Para el 99% de los artistas en el catálogo, la discográfica poseía las grabaciones a perpetuidad”.
Bowie fue una vez la excepción de la regla. Pero hoy, muchos artistas exigen acuerdos de licencia al principio de sus carreras. “Si tengo un artista con un par de sellos interesados, es bastante fácil para ellos retener los derechos de autor”, dice Craig Averill, un abogado de música.
Este es un cambio relativamente reciente, y su impacto a largo plazo en el negocio de las disqueras trasnacionales sigue sin estar claro. Firmar artistas con acuerdos tradicionales, donde los sellos obtenían la propiedad de sus grabaciones a perpetuidad, permitió a las compañías discográficas acumular grandes catálogos que les daban un inmenso poder en cualquier negociación posterior de licencias de música, por ejemplo, con servicios de streaming. “Estas discográficas se construyeron sobre la propiedad de estos derechos de autor”, dice Larry Katz, quien ha practicado derecho en la industria musical por más de 30 años. “Esta es una transición realmente importante: el modelo en adelante es que básicamente están alquilando música por un período de licencia”.
Bowie fue una vez la excepción de la regla. Pero hoy, muchos artistas exigen acuerdos de licencia al principio de sus carreras. “Si tengo un artista con un par de sellos interesados, es bastante fácil para ellos retener los derechos de autor”, dice Craig Averill, un abogado de música.
Este es un cambio relativamente reciente, y su impacto a largo plazo en el negocio de las disqueras trasnacionales sigue sin estar claro. Firmar artistas con acuerdos tradicionales, donde los sellos obtenían la propiedad de sus grabaciones a perpetuidad, permitió a las compañías discográficas acumular grandes catálogos que les daban un inmenso poder en cualquier negociación posterior de licencias de música, por ejemplo, con servicios de streaming. “Estas discográficas se construyeron sobre la propiedad de estos derechos de autor”, dice Larry Katz, quien ha practicado derecho en la industria musical por más de 30 años. “Esta es una transición realmente importante: el modelo en adelante es que básicamente están alquilando música por un período de licencia”.
“¿Qué tan sostenible es eso a lo largo del tiempo?”, se pregunta Mandelbaum. “Si la mayoría de los acuerdos se convierten en acuerdos donde las discográficas no poseen las grabaciones y estas regresan al artista en una fecha futura, ¿qué significa eso para el crecimiento continuo de los catálogos que han permitido a los grandes sellos mantenerse dominantes?”.
Las canciones lanzadas en los últimos cinco años representaron casi el 50% de los streams on-demand en Estados Unidos en 2024, según el informe de fin de año de Luminate. Los acuerdos de licencia también se volvieron cada vez más comunes durante el mismo período, por lo que presumiblemente buena una parte de las canciones en ese 50% podría retornar a los artistas que las hicieron, escapando del control de las grandes discográficas.
Las compañías discográficas se han visto obligadas a ofrecer acuerdos de licencia a los artistas porque estos pueden construir bases de fans y lograr mucho hoy por sí mismos. La duración de la licencia varía según el poder de negociación que tenga el artista. En muchos casos, “las discográficas intentarán obtener al menos 20 años”, según Carron Mitchell, socio en Nixon Peabody.
Pero si quieren a un artista o grupo con desesperación, hacen excepciones: Loren Wells, socio en Wells & Kappel, recientemente trabajó en una licencia de 10 años como oferta inicial de un sello trasnacional que esperaba ganarse a uno de sus clientes. “Me gusta que la licencia sea lo más corta humanamente posible”, dice Audrey Benoualid, una abogada de música. “Trato de mantenerla por debajo de los 10 años si puedo”.
Esto generalmente no significa que el artista pueda firmar un acuerdo de licencia y marcharse con las grabaciones en la mano una década después. El período de licencia a menudo comienza de nueve a 12 meses después de que el acto lanza su último álbum bajo el acuerdo. Si les toma cinco años entregar los tres discos que le deben a la disquera, por ejemplo, el reloj de la licencia no comienza a contar hasta alrededor del año seis. Esto, sin embargo, sigue siendo una mejora significativa sobre un acuerdo de perpetuidad. Según la Ley de Derechos de Autor de los Estados Unidos, los artistas que cedieron sus grabaciones de por vida tienen la oportunidad de recuperar estos derechos después de 35 años, pero solo en Estados Unidos, no a nivel internacional.
En la mayoría de los acuerdos de licencia, los actos con poco éxito comercial tienen pocas probabilidades de recuperar sus grabaciones: los derechos solo pasan al artista si recuperan sus gastos. Pero dependiendo del acuerdo que negociaron, “podrían ser capaces de comprarse a sí mismos”, dice Ray Garcia, socio en Rimon Law, “ya sea pagando el saldo no recuperado o el 110% o 120% de lo que no se ha recuperado”.
Aún cuando las discográficas tienen que otorgar licencias, tienen formas de mantener las grabaciones por más tiempo. “Intentarán construir opciones donde al final del período inicial, puedan volver a licenciar los derechos por cinco o 10 años más pagando un anticipo igual a varios años de ganancias netas”, dice Jonathan Altschul, otro abogado musical. Las disqueras también intentan insertar “derechos de igualación” en el acuerdo inicial, según Josh Binder, socio en Rothenberg Mohr & Binder, “de modo que cualquiera que sea el próximo acuerdo del artista, la discográfica original tenga la oportunidad de igualarlo”.
Aun así, es seguro asumir que más artistas tienen acuerdos de licencia con disqueras trasnacionales ahora que en cualquier punto en la historia de la industria musical. Altschul “no recuerda la última vez” que ha cedido la propiedad de los derechos al negociar un acuerdo de grabación para un cliente artista.
El negocio de los sellos trasnacionales ha cambiado significativamente en los últimos años, y es posible que el cambio hacia los acuerdos de licencia no les importe mucho. “Estas son compañías públicas ahora, y su deber es con sus accionistas”, explica Wells. “Los informes de ganancias trimestrales tienen una importancia desproporcionada. Si eso significa licenciar la pista por 10 años [para impulsar esas ganancias], seguro, lo que sea necesario para mantener contentos a los accionistas”.
Mientras que las canciones lanzadas en los últimos cinco años representaron casi el 50% de los streams on-demand en los Estados Unidos en 2024, esa tendencia ha sido relativamente constante desde 2020, según datos de Luminate. Y durante ese período, las pistas que salieron en los últimos 15 años constituyen cerca del 80% de las reproducciones a la carta en Estados Unidos. Si este patrón se mantiene en el futuro, y las grandes compañías continúan obteniendo licencias que duran 15, 20 o 25 años, los abogados dicen que las discográficas aún tendrán influencia sobre la mayoría de los catálogos de los artistas principales durante sus años pico de streaming, ese periodo crucial cuando la música está generando la mayoría de los ingresos.
No obstante, las compañías discográficas podrían enfrentar un desafío si varios artistas exitosos con acuerdos de licencia a corto plazo deciden llevar sus catálogos a otro lugar cuando sus acuerdos terminen. Oren Agman, un abogado de entretenimiento que trabajó para una trasnacional antes de fundar su propia práctica legal, cree que “los acuerdos de licencia definitivamente tienen un impacto negativo en el negocio de las disqueras”. Estima que una compañía discográfica podría recolectar “millones” en ingresos adicionales por regalías de un álbum popular en un acuerdo de perpetuidad en comparación con un acuerdo de licencia de 10 años.
Pero, como señala Mandelbaum, mover un catálogo “es sumamente latoso” para un artista, “y algunas ineficiencias y pérdida de ingresos ocurren durante ese cambio”. A menudo, es más fácil para una estrella quedarse y trabajar con el equipo que ya está manejando su música, pagando a los productores y compositores. Además de eso, Mandelbaum señala que “la discográfica titular puede ofrecer cosas al artista que nadie más puede ofrecer”. A cambio de extender la licencia, por ejemplo, la compañía discográfica puede incrementar la porción de ganancias del artista en la música que ya ha lanzado.
Aún así, a medida que los acuerdos de licencia se vuelven más comunes y los períodos de licencia disminuyen, las disqueras tendrán que volver a la mesa de negociaciones antes, y con menos ventaja de la que tenían en los días de los acuerdos de perpetuidad. “Un artista que firmó un acuerdo cuando apenas podía pagar el alquiler tiene una segunda oportunidad de valuar su música”, dice Lulu Pantin, una abogada de música. “El artista puede haber aprendido cómo funciona la industria, tener un historial comprobado de éxito financiero, y estar en posición de hacer nuevas demandas para que la disquera siga ganando con las canciones originales”.
En un mundo ideal de licencias, Altschul predice que el lado de grabación del negocio de la música puede comenzar a parecerse más al lado editorial de la música. “Vimos una ola de adquisiciones editoriales durante los últimos tres a cinco años”, dice. “En muchos casos, eso fue porque los artistas habían retenido la propiedad parcial de sus catálogos de publicación o habían obtenido reversiones”.
“Sospecho que dentro de 10 o 15 años, podríamos ver que eso suceda más con la música grabada”, continúa Altschul. “Las discográficas tendrán que firmar grandes cheques para readquirir los derechos”.
*Artículo tomado de Billboard Español.